El mantenimiento se define como el conjunto de actividades necesarias para que el nivel de prestaciones para el que ha sido proyectada una construcción, con arreglo a los criterios definidos en la reglamentación aplicable, no disminuya durante su vida útil de proyecto (o su extensión) por debajo de un cierto umbral, vinculado a las características de resistencia mecánica, durabilidad, funcionalidad o estéticas. El mantenimiento es una actividad de carácter preventivo que evita o retrasa la aparición de problemas que, de lo contrario, tendrían una resolución más complicada y una cuantía económica muy superior. Por ejemplo, una rehabilitación estructural (devolverle las prestaciones perdidas) al cabo del período de amortización puede requerir de desembolsos equivalentes a varias veces el de construcción si no se practica una adecuada política de mantenimiento. Uno de los aspectos probados de los elementos prefabricados de concreto es que garantizan por norma general una mayor durabilidad, lograda a partir de trabajar de forma industrial (procedimientos más minuciosos y controlados, mejores concretos, mejor aseguramiento de los recubrimientos de las armaduras, etc.), lo que tiene como consecuencia más inmediata la necesidad de requerir un menor número de tareas de mantenimiento durante la fase de servicio de la construcción, con la consiguiente reducción de gastos imprevistos que, en muchos casos, tienen que acabar cubriendo los propios usuarios finales (propietarios de edificios, las administraciones públicas sobre las infraestructuras, etc.). Como cualquier elemento constructivo o instalación que conforma una obra, los elementos prefabricados de concreto podrían sufrir deterioros con el paso del tiempo, por lo que resulta conveniente establecer y aplicar un determinado seguimiento a la situación y evolución de las características de los mismos, incluso con el apoyo de la tecnología a través de la monitorización mediante sensores embebidos que permiten controlar de forma remota distintos parámetros durante todo el ciclo de vida de la construcción. También debe considerarse la ubicación del elemento y su clase de exposición. Por ejemplo, no será lo mismo un panel de fachada expuesto a los agentes ambientales exteriores, que un pilar prefabricado oculto o una escalera prefabricada que quede revestida. El prefabricador, que cada vez asume un mayor compromiso en las decisiones del proyecto pese a que sea un estudio de arquitectura (caso de los edificios) o ingeniería (caso de la obra civil) quien desarrolle el proyecto, puede poner su conocimiento y experiencia para proponer aquellos diseños que aseguren una mayor durabilidad del activo construido y, por tanto, requiera de menos labores de mantenimiento futuras. A medida que se intensifica la imposición de criterios de sostenibilidad a lo largo de todo el ciclo de vida de las construcciones, la previsión de mantenimiento futuro irá adquiriendo aún más importancia, en la medida de que es uno de los parámetros evaluables en la cuantificación de los impactos medioambientales que pueden surgir durante la etapa de uso de la construcción, primándose aquellos materiales y diseños constructivos que requieran una menor frecuencia y nivel de actuaciones de mantenimiento. Se estimaron entre otras las intervenciones a llevar a cabo en un edificio con una vida de servicio de 100 años, según la materialización de su estructura y de sus cerramientos:
Resultando, por tanto, una mejora clara en las tres vertientes de la sostenibilidad al anular las intervenciones en el caso del edificio resuelto mediante elementos prefabricados de concreto: ambiental (no necesidad de extraer recursos materiales para reforzar o reparar el edificio existente, nula gestión de los residuos que se generen), económica (no hay un gasto adicional para los propietarios del edificio) y social (no se genera ruido, polvo o suciedad al no tener que llevar a cabo una obra durante el uso y explotación del edificio). |